miércoles, 26 de octubre de 2011

El gato negro

(Edgar Allan Poe)

No espero ni pido que alguien crea en el extraño aunque simple relato que me dispongo a escribir. Loco estaría si lo esperara, cuando mis sentidos rechazan su propia evidencia. Pero no estoy loco y sé muy bien que esto no es un sueño. Mañana voy a morir y quisiera aliviar hoy mi alma. Mi propósito inmediato consiste en poner de manifiesto, simple, sucintamente y sin comentarios, una serie de episodios domésticos. Las consecuencias de esos episodios me han aterrorizado, me han torturado y, por fin, me han destruido. Pero no intentaré explicarlos. Si para mí han sido horribles, para otros resultarán menos espantosos que barrocos. Más adelante, tal vez, aparecerá alguien cuya inteligencia reduzca mis fantasmas a lugares comunes; una inteligencia más serena, más lógica y mucho menos excitable que la mía, capaz de ver en las circunstancias que temerosamente describiré, una vulgar sucesión de causas y efectos naturales.


Desde la infancia me destaqué por la docilidad y bondad de mi carácter. La ternura que abrigaba mi corazón era tan grande que llegaba a convertirme en objeto de burla para mis compañeros. Me gustaban especialmente los animales, y mis padres me permitían tener una gran variedad. Pasaba a su lado la mayor parte del tiempo, y jamás me sentía más feliz que cuando les daba de comer y los acariciaba. Este rasgo de mi carácter creció conmigo y, cuando llegué a la virilidad, se convirtió en una de mis principales fuentes de placer. Aquellos que alguna vez han experimentado cariño hacia un perro fiel y sagaz no necesitan que me moleste en explicarles la naturaleza o la intensidad de la retribución que recibía. Hay algo en el generoso y abnegado amor de un animal que llega directamente al corazón de aquel que con frecuencia ha probado la falsa amistad y la frágil fidelidad del hombre.

Me casé joven y tuve la alegría de que mi esposa compartiera mis preferencias. Al observar mi gusto por los animales domésticos, no perdía oportunidad de procurarme los más agradables de entre ellos. Teníamos pájaros, peces de colores, un hermoso perro, conejos, un monito y un gato.

Este último era un animal de notable tamaño y hermosura, completamente negro y de una sagacidad asombrosa. Al referirse a su inteligencia, mi mujer, que en el fondo era no poco supersticiosa, aludía con frecuencia a la antigua creencia popular de que todos los gatos negros son brujas metamorfoseadas. No quiero decir que lo creyera seriamente, y sólo menciono la cosa porque acabo de recordarla.

Plutón -tal era el nombre del gato- se había convertido en mi favorito y mi camarada. Sólo yo le daba de comer y él me seguía por todas partes en casa. Me costaba mucho impedir que anduviera tras de mí en la calle.
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sábado, 22 de octubre de 2011

La mano disecada

El escritor francés Guy de Maupassant es reconocido principalmente por sus cuentos sobre locura, alucinaciones, aventuras amorosas y terror, en los cuales muestra mucho de su tormentosa y enfermiza vida en un estilo ágil, nervioso, en el que se cuestiona constantemente sobre la muerte y lo sobrenatural. A continuación uno de sus cuentos, "La mano disecada".



LA MANO DISECADA



Un amigo mío, Luis R., tenía reunidos en su casa una noche, hará cosa de ocho meses, a varios camaradas de colegio. Bebíamos ponche y fumábamos, hablando de literatura y pintura y contando de cuando en cuando anécdotas jocosas, como es habitual en reuniones de gente joven. Se abre súbitamente la puerta y entra como un vendaval uno de mis buenos amigos de la infancia:
-¿A que no adivinan de dónde vengo? -exclamó en seguida.
-Apuesto a que vienes de Mabille -contesta uno.
-¡Caray! Vienes demasiado alegre; acabas de conseguir dinero prestado, has enterrado a un tío tuyo o has empeñado el reloj -dice otro.
-Estabas ya borracho, y como te ha dado en la nariz el ponche de Luis, has subido a su casa para emborracharte de nuevo -contesta un tercero.
-No dan en el clavo; vengo de P., en Normandía, donde he pasado ocho días, y traigo de allí a un gran criminal, amigo mío, que les voy a presentar, con su permiso.

Y diciendo y haciendo, sacó del bolsillo una mano disecada. Era una mano horrible, negra, seca, muy larga y como si estuviese crispada; los músculos, extraordinariamente poderosos, estaban sujetos, interior y exteriormente, por una tira de piel apergaminada; las uñas amarillas, estrechas, cubrían aún las extremidades de los dedos; todo aquello olía a criminal desde una legua de distancia.

-Verán -dijo mi amigo-. Vendían hace unos días los cachivaches de un viejo brujo, muy conocido en la comarca; todos los sábados iba a su aquelarre montado en su palo de escoba, practicaba la magia blanca y la magia negra, hacía que las vacas diesen leche azul y las obligaba a llevar la cola igual que el compañero de San Antonio. Lo cierto es que aquel tunante sentía gran apego hacia esta mano; aseguraba que había pertenecido a un célebre criminal que fue ajusticiado el año mil setecientos treinta y seis, por haber tirado de cabeza a un pozo a su mujer legítima, en lo cual no creo que anduviese descaminado; después ahorcó del campanario de la iglesia al cura que los casó. Realizada esta doble hazaña, se lanzó a correr mundo, y durante su carrera, corta pero bien aprovechada, desvalijó a doce viajeros; asfixió, ahumándolos, a una veintena de frailes, y convirtió un monasterio de religiosas en un harem.

-Y ¿qué vas a hacer con esa monstruosidad? -gritamos todos a una.
-¿Qué? Verán. Voy a ponerla de tirador de la campanilla de la puerta, para asustar a mis acreedores.
-Amigo mío -dijo Henry Smith, un inglés grandulón y flemático-, en mi opinión, esa mano es carne de indio, conservada por un procedimiento nuevo; te aconsejo que la hiervas para hacer caldo.
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jueves, 20 de octubre de 2011

La cueva tenebrosa

(Pedro Pablo Sacristán)

Había una vez un pueblo en el que lo más temido era perderse de noche y acabar en la "cueva tenebrosa". De aquel lugar no había vuelto nadie, y cuando alguien se perdía por allí lo último que se oía era un gran grito de terror y luego unas enormes risotadas.



La gente del pueblo vivía aterrorizada ante la posibilidad de que el monstruo un día abandonara la cueva, y llenaban la entrada con regalos y comida que al poco desaparecían. Un día llegó por aquella zona un joven a quien la situación pareció tan injusta, que decidió entrar a la cueva y enfrentarse al monstruo. El joven pidió algo de ayuda, pero todos eran tan miedosos que ninguno se acercó lo más mínimo a la entrada de la cueva.



Entró en la cueva alumbrándose con una antorcha y llamando al monstruo, dispuesto a hablar con él y explicarle la situación. Al principio el monstruo rió largo rato, lo que el joven aprovechó para acercarse según le oía más y más alto, pero luego se calló, y el chico tuvo que seguir caminando sin saber a dónde, hasta que llegó a una grandísima caverna. Al fondo le pareció adivinar la figura del monstruo, y en cuanto se acercó un poco, sintió un fuerte golpe en la espalda que le empujó hacia adelante, hacia un agujero en la roca que no pudo evitar, y cayó. Sintiéndose morir, lanzó su último grito, y fue entonces cuando oyó las grandes risotadas.


"vaya, creo que me ha devorado el monstruo", se decía mientras caía. Pero según iba cayendo, sintió música, y voces, y más claridad, y cuando dejó de caer y fue a parar contra un suelo blando, oyó un grito unánime: "¡¡sorpresa!!, y sin creérselo, se encontró enseguida en medio de una gran fiesta.


Allí estaban todos los que nunca habían vuelto al pueblo, y le explicaron que aquel lugar era idea de un antiguo alcalde del pueblo, que trató de hacer grandes cosas y no pudo por el miedo que siempre tenían sus vecinos, y que cansado de aquella vida de miedo, había inventado la historia del monstruo para demostrarles el poco sentido que tenía su actitud. Así que allí se quedó en joven, disfrutando de la fiesta en compañía de todos aquellos que se habían atrevido a acercarse a la cueva.

¿Y en el pueblo? En el pueblo aún siguen pensando que la cueva tenebrosa es el peor de los castigos...


lunes, 17 de octubre de 2011

Advertencias de un escritor

Sobre el arte de narrar, qué bueno tener en cuenta las advertencias dadas por nuestro premio nobel Gabriel García Márquez.


1. Una cosa es una historia larga, y otra, una historia alargada.
2. El final de un reportaje hay que escribirlo cuando vas por la mitad.
3. El autor recuerda más cómo termina un artículo que cómo empieza.
4. Es más fácil atrapar un conejo que un lector.
5. Hay que empezar con la voluntad de que aquello que escribimos va a ser lo mejor que se ha escrito nunca, porque luego siempre queda algo de esa voluntad.
6. Cuando uno se aburre escribiendo el lector se aburre leyendo.
7. No debemos obligar al lector a leer una frase de nuevo.





jueves, 13 de octubre de 2011

La criatura del desván

(Pedro Pablo Sacristán)

La primera noticia de la criatura del desván surgió cuando uno de los niños subió a buscar un viejo libro. Todo estaba oscuro, pero entre las sombras pudo ver claramente dos ojos que le miraban fijamente, desde lo alto, con gesto terrible. Eran dos ojos grandes, separados casi un metro, lo que daba idea del tamaño de la cabeza de aquel horrible ser, que se lanzó hacia el niño. Este gritó a todo pulmón, cerró la puerta con llave, y dejó al monstruo gruñendo en el desván.
Durante dos días el pueblo vivió aterrorizado. Los gruñidos del desván y los aporreos de la puerta continuaron, y las noticias de las crueldades de aquel "bicho" se extendían por todas partes. El número de tragedias y desgracias aumentaba, pero nadie tenía valor para subir al desván y plantar cara a la bestia.



Al poco pasó por allí un pescador noruego, cuyo barco ballenero había naufragado días atrás; parecía un auténtico lobo de mar indomable, un tipo duro; y aprovechando que conocía el idioma, los hombres del lugar le pidieron su ayuda para enfrentarse a la horrible criatura. El noruego no dudó en hacerlo a cambio de unas monedas, pero cuando al acercarse al desván escuchó los gruñidos de la bestia, torció el gesto, y bajando las escaleras pidió mucho más dinero, algunas herramientas, una gran red y un carro, pues si triunfaba quería llevarse aquel ser como trofeo.

A todo accedieron los del pueblo, que vieron cómo el noruego abría la puerta y desaparecía entre gritos profundos y estremecedores que cesaron al poco rato. Nunca más volvieron a ver al noruego ni a escuchar a la bestia. Tampoco nadie se atrevió a subir de nuevo al desván.


¿Queréis saber qué ocurrió tras la puerta? ¿Seguro?

Cuando el noruego abrió, pudo ver el ojo de Olav, su enorme y bravo timonel. El ojo se veía también reflejado en un espejo, dando la impresión de pertenecer a la misma cabeza, porque el otro ojo de Olav llevaba años cubierto por un parche. Ambos siguieron hablando a gritos en su idioma, mientras el ballenero le contaba a su encerrado amigo que aquellas miedosas gentes le habían dado tanto dinero que podrían volver a tomar un barco y dedicarse a la pesca. Juntos encontraron la forma de escapar del desván, subir al carro y desaparecer para siempre.

Y así, el miedo, y sólo el miedo, empobreció a todo el pueblo y permitió recuperarse a los pescadores. Tal y como sigue ocurriendo hoy con muchas de nuestras cosas, en las que un miedo sin sentido nos lleva a hacer tonterías, e incluso permite a otros aprovecharse de ello.

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Para escuchar el cuento narrado en español o inglés, da click aquí.

domingo, 9 de octubre de 2011

El almohadón de plumas

El almohadón de plumas, de Horacio Quiroga, cuenta la historia de una pareja recién casada, Alicia y Jordan y los extraños sucesos que acontecen cuando se mudan a su nueva casa después de su luna de miel.


Como en varios de sus escritos, las tragedias de su vida personal y la fuerte influencia de Edgar Allan Poe y Guy de Maupassant, se ven reflejadas en El almohadón de plumas: terror, suspenso, tragedia, drama y un poco de locura.



Es incontable el número de videos que encontré que intentan recrear la historia. Algunos, con escenas fuertes, otros, más sencillos como el que puse a continuación.



EL ALMOHADON DE PLUMAS


Su luna de miel fue un largo escalofrío. Rubia, angelical y tímida, el carácter duro de su marido heló sus soñadas niñerías de novia. Ella lo quería mucho, sin embargo, a veces con un ligero estremecimiento cuando volviendo de noche juntos por la calle, echaba una furtiva mirada a la alta estatura de Jordán, mudo desde hacía una hora. Él, por su parte, la amaba profundamente, sin darlo a conocer.Durante tres meses -se habían casado en abril- vivieron una dicha especial.

Sin duda hubiera ella deseado menos severidad en ese rígido cielo de amor, más expansiva e incauta ternura; pero el impasible semblante de su marido la contenía siempre.

La casa en que vivían influía un poco en sus estremecimientos. La blancura del patio silencioso -frisos, columnas y estatuas de mármol- producía una otoñal impresión de palacio encantado. Dentro, el brillo glacial del estuco, sin el más leve rasguño en las altas paredes, afirmaba aquella sensación de desapacible frío. Al cruzar de una pieza a otra, los pasos hallaban eco en toda la casa, como si un largo abandono hubiera sensibilizado su resonancia. Seguir leyendo...









sábado, 8 de octubre de 2011

Yi, la leyenda de los diez soles




En la China más antigua y remota existían diez soles que se iban turnando para dar calor y luz a la tierra, de manera que siempre había un sol en lo alto y las cosechas crecían fértiles gracias a la abundancia de luz y de calor que nunca variaba de intensidad. Pero llegó un momento, en el que los diez soles decidieron salir todos a la vez en lugar de hacerlo de uno en uno para demostrar su poder sobre los hombres y así, con tanta luz deslumbradora y un calor abrasador, las plantas, los animales y los hombres empezaron a morir.



Yi era un joven muy aficionado al tiro con arco que destacaba por su habilidad y destreza, pues nunca fallaba una diana. Al ver lo que estaba ocurriendo, Yi salió de su casa armado con su arco y disparó nueve flechas que al instante apagaron nueve de los diez brillantes soles. El sol que quedó es el único sol que vemos ahora, el que ilumina a los hombres y les da calor sin peligro de que se queden secos, pero al no haber más soles con los que turnarse, debe descansar por la noche, que por eso es oscura.



Gracias a Yi la humanidad se salvó de morir abrasada, así que en China se le veneraba como a un dios y se decía que era el mayor héroe que había existido.


Curiosamente, la leyenda dice que en la luna vive una dama, dueña del Alcázar de la Luna, que es la esposa de Yi. Allí vive en compañía de un conejo de color jade que fabrica medicinas.


domingo, 2 de octubre de 2011

Sobre la Región Andina



Teniendo en cuenta los comentarios que he encontrado en la entrada relacionada con las coplas de la Región Andina de Colombia, y a petición de los usuarios, decidí postear hoy algunos links en los que se puede consultar no solo sobre este tema, sino sobre trajes típicos, comida y bailes de la región. Espero sean útiles a quienes tanto las han solicitado.




http://www.fundacionjunior.org/portal/images/stories/descargas/escuela_danza/regin_andina_colombiana.pdf


http://www.siceditorial.com/ArchivosObras/obrapdf/COPLAS%20Y%20QUEJAS%20POR%20COLOMBIA542005.pdf


http://www.fortunecity.es/metal/educacion/305/regionandina.htm



Espero que la información encontrada en este grupo de sitios, cumpla con sus espectativas sobre el tema.