Una antigua leyenda guaraní cuenta que una vez hubo dos tribus vecinas que vivían junto al río Paraná. Los jefes de estas dos poblaciones, llamados Pirayú y Mandió, eran buenos amigos y por eso Mandió pensço que sería muy buena idea casar a su hijo con la hija de Pirayú, de modo que en el futuro sus gentes quedaran unificadas. Con la mejor intención fue a exponérselo a su amigo, pero éste se negó: MI hija está consagrada al dios Sol y por eso no puede casarse con ningún hombre.
Mandió se enfureció considerando la negativa como un desprecio y tramó una venganza: esperó a ver a la doncella tumbada al Sol como era su costumbre, para hacerla caer en una trampa que era una jaula con los barrotes de madera.
-¡Pídele ahora a tu dios Sol que te libere! - gritó Mandió. La muchacha, con lágrimas en los ojos, imploró al cielo.
-¡Sol, no permitas que muera aquí, déjame seguir viendo tu brillante rostro!
Y en ese momento quedó convertida en una hermosa flor amarilla que, durante todo el día sigue con la cabeza el movimiento del sol y que todos conocemos con el nombre de girasol.
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