Uno de los primeros cuentos que nos narran o leemos en nuestra infancia es Caperucita Roja. Confieso que, personalmente, el lobo me atemorizaba e infundió en mí cierta prevención cuando no hacía caso o me portaba un poco mal: "¡me puede comer el lobo!", era lo primero que pasaba por mi mente. ¿Y quién no sintió lo mismo alguna vez?
Afortunadamente para muchos, no conocimos en aquella hermosa etapa de la vida, la versión original de Charles Perrault, quien fue el primero en recoger esta historia e incluirla en un volumen de cuentos (1697). Más que cuento sonaba a leyenda, y advertía de forma cruel y salvaje a las niñas, no hacer tratos con desconocidos; el final era aún más violento y desgarrador, nada que ver con aquel corte feliz con el que crecimos. Los Hermanos Grimm dieron un vuelco total: agregaron el leñador que salva a la abuelita y a Caperucita, reescribieron prácticamente toda la historia y hasta el día de hoy, es la versión más leída, conocida y aceptada por los niños. En la actualidad, Caperucita Roja es un ícono que ha influído en muchas obras, películas, cuentos, mitos y en la sociedad misma, trayendo a colación la creencia de que los lobos son peligrosos.
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