miércoles, 31 de octubre de 2012

La muerte madrina

(Hermanos Grimm)


Un hombre muy pobre tenía doce hijos; y aunque trabajaba día y noche, no alcanzaba a darles más que pan. Cuando nació su hijo número trece, no sabía qué hacer; salió a la carretera y decidió que al primero que pasara le haría padrino de su hijito. Y el primero que pasó fue Dios Nuestro Señor; él ya conocía los apuros del pobre y le dijo: “Hijo mío, me das mucha pena. Quiero ser el padrino de tu último hijito y cuidaré de él para que sea feliz.” El hombre le preguntó: “¿Quién eres?” “Soy tu Dios.” “Pues no quiero que seas padrino de mi hijo; no, no quiero que seas el padrino, porque tú das mucho a los ricos y dejas que los pobres pasemos hambre.” El hombre contestó así al Señor, porque no comprendía con qué sabiduría reparte Dios la riqueza y la pobreza; y el desgraciado se apartó de Dios y siguió su camino. 

Se encontró luego con el diablo, que le preguntó: “¿Qué buscas? Si me escoges para padrino de tu hijo, le daré muchísimo dinero y tendrá todo lo que quiera en este mundo.” El hombre preguntó: “¿Quién eres tú?” “Soy el demonio.” “No, no quiero que seas el padrino de mi niño; eres malo y engañas siempre a los hombres.” Siguió andando, y se encontró con la muerte, que estaba flaca y en los huesos; y la muerte le dijo: “Quiero ser madrina de tu hijo.” “¿Quién eres?” “Soy la muerte, que hace iguales a todos los hombres.” Y el hombre dijo: “Me convienes; tú te llevas a los ricos igual que a los pobres, sin hacer diferencias. Serás la madrina.” La muerte dijo entonces: “Yo haré rico y famoso a tu hijo; a mis amigos no les falta nunca nada.” Y el hombre dijo: “El próximo domingo será el bautizo; no dejes de ir a tiempo.” La muerte vino como había prometido y se hizo madrina. 

El niñito creció y se hizo un muchacho; y , un día, su madrina entró en la casa y dijo que la siguiera. Llevó al chico a un bosque, le enseñó una planta que crecía allí y le dijo: “Voy a darte ahora mi regalo de madrina: te haré un médico famoso. Cuando te llamen a visitar un enfermo, me encontrarás siempre al lado de su cama. Si estoy a la cabecera, podrás asegurar que le curarás; le darás esta hierba y se pondrá bueno. Pero si me ves a los pies de la cama, el enfermo me pertenecerá, y tú dirás que no tiene remedio y que ningún médico le podrá salvar. No des a ningún enfermo la hierba contra mi voluntad, porque lo pagarías caro.”

Al poco tiempo, el muchacho era ya un médico famoso en todo el mundo; la gente decía: “En cuanto ve a un enfermo, puede decir si se curará o no. Es un gran médico.” Y le llamaban de muchos países para que fuera a visitar a los enfermos y le daban mucho dinero, así que se hizo rico muy pronto. Ocurrió que el rey se puso malo. Llamaron al médico famoso para que dijera si se podía curar; pero en cuanto se acercó al rey, vio que la Muerte estaba a los pies de la cama. Allí no valían hierbas. Y el médico pensó: “¡Si yo pudiera engañar a la Muerte siquiera una vez! Claro que lo tomará a mal, pero como soy su ahijado, puede que haga la vista gorda. Voy a probar.” Cogió al rey y le dio la vuelta en la cama, y le puso con los pies en la almohada y la cabeza a los pies; y así, la Muerte se quedó junto a la cabeza; entonces le dio la hierba y el rey convaleció y recobró la salud. Pero la Muerte fue a casa del médico muy enfadada, le amenazó con el dedo y dijo: “¡Me has tomado el pelo! Por una vez, te lo perdono, porque eres mi ahijado; pero como lo vuelvas a hacer, ya verás: te llevaré a ti.”


Y al poco tiempo, la hija del rey se puso muy enferma. Era hija única, y su padre estaba tan desesperado que no hacía más que llorar. Mandó decir que al que salvara a su hija le casaría con ella y le haría su heredero. El médico, al entrar en la habitación de la princesa, vio que la Muerte estaba a los pies de la cama. ¡Que el muchacho habría recordado la amenaza de su madrina! Pero la gran blleza de la princesa y la felicidad de casarse con ella le trastornaron tanto que se desechó a todos los pensamientos. No vio las miradas encolerizadas que le echaba la Muerte, ni cómo le amenazaba con el puño cerrado: cogió en brazos a la princesa y la puso con los pies en la almohada y la cabeza a los pies, le dio la hierba mágica, y al poco rato la cara de la princesa se animó y empezó a mejorar.

Y la Muerte, furiosa porque la habían engañado otra vez, fue a grandes zancadas a casa del médico y le dijo: “¡Se acabó! ¡Ahora te llevaré a ti!” Le agarró con su mano fría, le agarró con tanta fuerza, que el pobre muchacho no se podía soltar, y se lo llevó a una cueva muy honda. Y el médico vio en la cueva miles y miles de luces, filas de velas que no se acababan nunca; unas velas eran grandes, otras medianas y otras pequeñas. Y cada momento unas se apagaban, y otras se estaban encendiendo otra vez; era como si las luces estuvieran brincando. La Muerte le dijo: “Mira, esas velas que ves son las vidas de los hombres. Las grandes son las vidas de los niños; las medianas son las vidas de los cónyuges, y las pequeñas las de los ancianos. Pero hay también niños y jóvenes que no tienen más que una velita pequeña.” - “¡Dime cuál es mi luz!” dijo el médico, pensando que era todavía una vela bien grande. Y la Muerte le enseñó un cabito de vela, casi consumido: “Ahí la tienes.” - “¡Ay, madrina, madrina mía! ¡Enciéndeme una luz nueva! ¡Por favor, hazlo por mí! ¡Mira que todavía no he disfrutado de la vida, que me van a hacer rey y me voy a casar con la princesa!” - “No puede ser,” dijo la Muerte. “No puedo encender una luz mientras no se haya apagado otra.” - “¡Pues enciende una vela nueva con la que se está apagando!” suplicó el médico. 

La Muerte hizo como si fuera a obedecerle; llevó una vela nueva y larga. Pero como quería vengarse, a sabiendas tiró el cabito de vela al suelo, y la lucecita se apagó. Y en el mismo momento, el médico se cayó al suelo, y dio ya en manos de la Muerte.




martes, 30 de octubre de 2012

La gallina degollada

(Horacio Quiroga)


Todo el día, sentados en el patio, en un banco estaban los cuatro hijos idiotas del matrimonio Mazzini-Ferraz. Tenían la lengua entre los labios, los ojos estúpidos, y volvían la cabeza con la boca abierta.

; El patio era de tierra, cerrado al oeste por un cerco de ladrillos. El banco quedaba paralelo a él, a cinco metros, y allí se mantenían inmóviles, fijos los ojos en los ladrillos. Como el sol se ocultaba tras el cerco, al declinar los idiotas tenían fiesta. La luz enceguecedora llamaba su atención al principio, poco a poco sus ojos se animaban; se reían al fin estrepitosamente, congestionados por la misma hilaridad ansiosa, mirando el sol con alegría bestial, como si fuera comida. 
 Otra veces, alineados en el banco, zumbaban horas enteras, imitando al tranvía eléctrico. Los ruidos fuertes sacudían asimismo su inercia, y corrían entonces, mordiéndose la lengua y mugiendo, alrededor del patio. Pero casi siempre estaban apagados en un sombrío letargo de idiotismo, y pasaban todo el día sentados en su banco, con las piernas colgantes y quietas, empapando de glutinosa saliva el pantalón. 
 El mayor tenía doce años y el menor, ocho. En todo su aspecto sucio y desvalido se notaba la falta absoluta de un poco de cuidado maternal. 
 Esos cuatro idiotas, sin embargo, habían sido un día el encanto de sus padres. A los tres meses de casados, Mazzini y Berta orientaron su estrecho amor de marido y mujer, y mujer y marido, hacia un porvenir mucho más vital: un hijo. ¿Qué mayor dicha para dos enamorados que esa honrada consagración de su cariño, libertado ya del vil egoísmo de un mutuo amor sin fin ninguno y, lo que es peor para el amor mismo, sin esperanzas posibles de renovación? CONTINUAR LEYENDO...







lunes, 22 de octubre de 2012

La guitarra

(Federico García Lorca)


Empieza el canto
de la guitarra.
Se rompen las copas
de la madrugada.
Empieza el llanto
de la guitarra.
Es inútil callarla,
es imposible callarla.
Llora monótona
como llora el agua,
como llora el viento
sobre la nevada.
Es imposible callarla.
Llora por cosas lejanas.
Arena del sur caliente
que pide camelias blancas.
Llora flecha sin blanco,
la tarde sin mañana,
y el primer pájaro muerto
sobre la rama.
¡Oh,guitarra!
corazón malherido
por cinco espadas.

domingo, 21 de octubre de 2012

¡Qué importante es hablar bien!

(Sandra Milena Peña)

En repetidas ocasiones me ha sucedido que mientras paseo en las mañanas a mi perro, la gente me detiene en la calle para preguntarme de manera impropia, "¿es niño o niña?". Insatisfecha por la incorrecta apreciación, debo siempre contestar, "ni lo uno ni lo otro; es macho". También me ha sucedido que durante esos mismos paseos, aparecen personas encantadas por la belleza de mi mascota y con gran emoción me preguntan, "¿Y qué marca de perro es esa?". Ya sin ánimo de corregir, asumo que entiendo la idea y simplemente les respondo. 


Podría exponer infinidad de ejemplos  en este momento, incluso desde hace un par de años llevo un libro en el que voy anotando año por año las tremendas equivocaciones en los discursos orales de mis amigos y familiares. Algunos lo toman con gracia y se ríen mientras los leemos; otros, ni siquiera saben que hacen parte de tal libro. 

Lo alarmante del caso es que pareciera que la gente no se preocupa ya por ampliar su vocabulario. Se conforman con las 200 palabras de su léxico y pretenden mantener una conversación interesante de cualquier tema. Se emocionan porque medianamente logran completar la mitad de un crucigrama del periódico dominical y en definitiva, no existe curiosidad alguna por aprender más. 

Creo que estas situaciones se deben a la poca motivación por la lectura desde edad temprana, lo que conlleva a que en su adolescencia y vida adulta tampoco lo hagan; por obvias razones, tampoco producirán textos escritos.  Y para dificultar más la situación, tenemos a nuestro alrededor medios masivos que limitan cada vez más el pensamiento crítico y currículos educativos más apretados que no permiten promover acciones al respecto desde el aula. 

Hablar bien siempre será importante. No es exclusivo para quienes dan discursos en público o quieran trabajar en la NASA. Como lo dice Inés Izquierdo Miller,Asesora Lingüista del Diario La Prensa en Nicaragua,  "El lenguaje es la envoltura material del pensamiento y lo que digamos evidenciará siempre nuestra preparación, nuestro dominio del tema, la educación formal recibida. Hablar y escribir bien es nuestra segunda cédula de identidad. Hay que recordar que cuanto mayor sea la perfección en el uso de las palabras, así será de efectiva nuestra comunicación con los interlocutores. Somos seres sociales, necesitamos comunicarnos con nuestros semejantes para manifestar las experiencias vividas, opiniones propias o para transmitir conocimientos sobre hechos, sucesos, situaciones y aprendizajes. De ahí que la expresión oral sea útil para comunicarse mejor. Hablar bien constituye una ventaja, quienes se expresen con mayor claridad y precisión se abrirán camino en la vida con mayor rapidez, porque el arte de hablar es el arte de persuadir."

Tenemos un idioma hermoso. No hay que esperar cada 23 de abril para homenajearlo. Cuidemos de él y démosle un buen uso diariamente. Espero encontrarme más a menudo en mis paseos con personas que diferencian que los perros son de raza y los autos son de marca. 


sábado, 13 de octubre de 2012

¿Qué significa la palabra rabí?

Suele creerse que rabí significa sacerdote. Sin embargo, esta palabra significa docente o maestro y se refiere a aquel cuya función consiste en explicar la religión hebrea. Esta actividad no fue considerada una profesión hasta el siglo XIV. Hasta entonces, los hebreos docentes se ganaban la vida desarrollando algún otro oficio o profesión y explicaban la religión hebrea en las horas libres y gratuitamente. 

En la antigüedad los rabinos provenían de todas las clases sociales. Algunos eran mercaderes, artesanos, otros zapateros. La única cualidad requerida era el conocimiento de los cinco libros de Moisés - llamados la Torá - y por extensión, toda la doctrina hebrea. 



domingo, 7 de octubre de 2012

Toro Bravo y Nube Azul

(Mitología Americana)

Los ancianos sioux aún recuerdan la hermosa historia de amor entre Toro Bravo, un joven cazador ágil y valeroso y Nube Azul, la muchacha más hermosa de su tribu. Ambos se amaban con pasión y deseaban casarse, de modo que fueron a hablar con el anciano más honorable y le pidieron consejo: 
- Ayúdanos a conseguir un talismán que nos mantenga siempre unidos - le pidieron.
- Nube Azul - respondió el anciano dirigiéndose a la mujer - sube a la montaña del norte sola y atrapa vivo con la ayuda de una red el mejor halcón que habite allí. Toro Bravo, sube a la montaña del sur solo con esa red y caza viva el águila más vigorosa de todo el territorio. 

Los dos jóvenes cumplieron con su misión esforzándose al máximo y regresaron con sus presas ante el anciano.
- Ahora atad sus patas con un cordón de cuero y dejadlas volar libremente. 

Así lo hicieron, pero los animales, al verse atados, no podían levantar bien el vuelo y hartas de estorbarse, empezaron a dañarse la una a la otra a picotazos. 

-Esta enseñanza será su talismán - dijo el anciano - Si se atan, aunque sea por amor, terminarán haciéndose daño. Volad juntos, pero jamás atados.